domingo, 17 de marzo de 2013

Mario Alfredo Ygel: Un hermano, un prójimo

Un hermano, un prójimo
Mario Alfredo Ygel

Mario Alfredo Ygel, Tucumán, 2002
¿Por qué llamo a otro cuando la angustia me invade?  ¿Qué hace que en momentos de zozobra este mas dispuesto de acudir a mi prójimo en busca de auxilio y sostén?  ¿Por qué me dispongo a ser más solidario con mi semejante, quien hasta ese momento me era indiferente, ofreciéndole ayuda cuando con dolor me invoca?  Al  mismo tiempo  ¿Cuál es la razón que un humano pueda descargar en su semejante el odio más cruel llevándolo hasta las formas más extremas de segregación y exterminio?
Causado por este tiempo de angustia y conmoción que nos toca vivir a los argentinos, surgieron en mí algunos interrogantes acerca del lazo con el otro.  Es constatable que el lazo con el otro despierta lo mejor y lo peor de cada uno.  Es ese otro quien despierta en mí desde los sentimientos más arcaicos de odio a los más tiernos de amor y la disposición a la solidaridad.
El encuentro con otro en momentos de angustia o dolor alivia, pacifica. Estamos más propensos a compartir con amigos, a juntarnos con pares, cuando lo real del dolor de la vida nos golpea con dureza.  En estos variados encuentros alrededor de la mesa de un café, en la charla íntima con la pareja o el amigo, o en la reunión con los pares, buscamos hablar, poner palabras, nombrar, allí donde lo real del goce del A, provoca un arrasamiento de nuestra subjetividad.  Asimismo, es un tiempo de angustia el que dispone a un sujeto a acudir a un analista en la búsqueda de una respuesta frente al dolor de existir que lo interroga.
Si este encuentro con el otro pacifica, si algo de esa angustia arrasadora es mitigada en las diversas formas de encuentro y lazo con el otro, es que algo de la estructura se pone en juego.  Les propongo, entonces, interrogar allí donde se constituye el objeto socializado, en la relación con el hermano, a fin de encontrar alguna respuesta a estos interrogantes.
Lacan en su ensayo sobre “La Familia”(1938), sitúa a los celos con el hermano como el paradigma de las relaciones sociales, como el modelo sobre el que se asienta el lazo con el otro en la trama social, fea relación con el hermano consanguíneo, hasta el lazo que se conforma con el otro en la socialidad, revelan dos vectores presentes: Agresividad e identificación.
Decimos que la relación con el hermano en la matriz donde se aprende la solidaridad y la rivalidad.  La relación del sujeto con sus padres y hermanos la ubicamos entre los actos psíquicos sociales y se sitúan como germen de la relación con el otro como modelo, sostén, adversario u objeto.
La preguntas que van a guiar mi desarrollo son: 1) ¿Qué sucede en esta relación tan particular entre hermanos desde la perspectiva de la constitución de la subjetividad? 2) ¿Qué consecuencias se derivan de esta relación, para que se constituya el otro, en tanto prójimo, en lo social?
En la relación entre hermanos hay algo que rápidamente llama nuestra atención: los celos.  En el afecto fraterno encontramos a los celos entre hermanos como los que constituyen un mojón alrededor del cual se tejerán los destinos de cada sujeto en el registro de lo social.  Lacan[1], va a denominar complejo de intrusión a la experiencia que se produce cuando el niño comprueba de que tiene hermanos.  Según el lugar que el destino le otorga al sujeto en el orden” de los nacimientos ocupará el lugar de heredero o usurpador.
Lacan, para situar la cuestión de los celos, que en este momento de su obra no distingue de la envidia, retoma una cita de San Agustín, quien en sus confesiones dice:
“He visto con mis ojos y observado a un pequeño dominado por los celos.  Todavía no hablaba y no podía mirar sin palidecer el espectáculo amargo de su hermano de leche”.
La mirada amarga está dirigida al objeto, el hermano que es amamantado por la madre, pero retoma al sujeto, en tanto el niño que mira, palidece.  El niño se inscribe en los celos en tanto se identifica, por un transitivismo, con el objeto hermano al que mira.  Allí se produce la siguiente alternativa: O bien se engancha en la negación y la destrucción del otro, o encuentra al otro, y constituye el objeto socializado.
¿Qué se observa en esta escena originaria de los celos infantiles extraordinariamente descripta por San Agustín?  Se presentifica el drama de la desposesión del objeto, es decir, de la madre.  Lo que el niño ve es el “otro yo”, el hermano, colmado de su objeto, lo que lo hace vivir una desplenitud.
Pero, lo que observamos también es que junto a ese primer movimiento de aversión aparece combinado un movimiento de atracción hacia el objeto (el hermano) con el cual se identifica.  Es decir que se identifica con el hermano que está colmado por la madre.  En otras palabras, el niño ve en el hermano, objeto de sus celos, a su semejante, como el mismo, como yo, y se identifica con él.
La imago del hermano no sometido al destete despierta una agresión especial porque repite en el sujeto la imago de la situación materna, donde el revitaliza su imagen siendo amamantado por la madre.  Con ello se despierta el deseo de muerte en el otro.  Lo que estamos destacando, siguiendo la tesis propuesta por Lacan, es que el fenómeno de la agresividad es secundario a la identificación.
Lo que deseo señalar en este punto y que vamos a ligar con la angustia, es que con la constitución de un hermano, del semejante, se produce un desujetamiento del niño respecto del Otro materno.  Digo que vía ligazón al hermano por identificación se abre para el niño la posibilidad de pacificarse frente a la emergencia de la angustia.
Siguiendo a Lacan decimos que en la angustia falta la falta.  Esto implica un .encierro en el Otro.  Si falta la falta uno queda preso del Otro, en tanto objeto del Otro.  Pero esta angustia se hace presente cuando aparece el objeto del deseo en la perspectiva del sujeto.  Allí aparece el objeto del deseo y el encierro en el Otro, nos recuerda José Zuberman siguiendo la tesis de Lacan.
Lo que quiero puntualizar aquí y para ello los remito nuevamente a la escena del niño de San Agustín, es que así como en la visión del hermano siendo amamantado por la madre, el niño queda desposeído de su objeto y se constituye como deseo, se produce también un desujetamiento del niño de su lugar de objeto único del goce materno.  Es el hermano quien precipita la operación y se constituye en “sostén y auxiliar” del niño en tanto instituye a la madre en su condición de faltante en tanto la habita el deseo de otra cosa.  Otra cara entonces para la aparición del hermano, del semejante, quien al mismo tiempo que despierta la rivalidad del sujeto frente al objeto del deseo, alivia frente a la posibilidad de quedar sumergido en el encierro materno.  El semejante aparece así en la estructura en las vertientes destacadas por Freud en el “Proyecto...”: Primer objeto satisfaciente, primer objeto hostil, y también su único objeto auxiliar.
La intrusión del hermano en la escena familiar provoca angustia y el rechazo primitivo.  Pero también su presencia alivia en tanto auxilia frente al atrapamiento en el goce mortífero materno.  Ligazón al hermano por identificación, o bien rechazo y odio celoso, constituirán dos movimientos ineludibles que se alternarán en la relación al hermano.  Alternancia y coexistencia que solo será posible en la medida que todo esté bien del lado del nombre del padre.  Digo que frente a la emergencia intrusiva de la angustia la función paterna posibilita acotar y anudar las salidas posibles de odio frente al encierro en el otro.
Es la función paterna, el padre de la ley, quien hace a sus hijos el don de la reconciliación, al ofrecerles el soporte de un objeto a idealizar en común.  Siguiendo la tesis freudiana esbozada en el mito de Tótem y Tabú, vamos a situar el origen de la civilización a través del contrato entre hermanos y la institución de la ley del Padre en lo social.  Este padre primitivo que otrora se atribuía todo el goce de las mujeres es asesinado por la banda de los hijos.  Una vez cometido el acto del asesinato los hermanos pueden reunirse.  Es a través de la comida totémica que el padre es incorporado como ley.  Allí se instituye la ley en prohibición del incesto y del parricidio.
La ley asumida por los hijos en la concordia establece lugares claros y diferenciados para cada uno de los hijos posibilitando así que cada uno puede tener “un lugar en el mundo”
El mito de Tótem y Tabú para el origen de la civilización, en el establecimiento del contrato y el derecho, lo situamos en la estructura en la constitución de cada sujeto en su historia individual.  La función paterna posibilita que cada sujeto, a partir de la prohibición del incesto, renuncie al goce de la madre, constituyendo sus objetos de deseo en la escena del mundo fuera del reducto familiar.  El asesinato simbólico del padre permite a cada sujeto a ir más allá del padre apartándose de la rivalidad con él.  La reconciliación con el padre, y consecuentemente con los hermanos, solo se hace posible una vez cometido el asesinato simbólico, abriéndole las puertas al sujeto de su inclusión en el mundo, posibilitándole hermanarse con otros.  Pero para que esto se produzca es necesario un acotamiento al goce de la madre y del padre del goce, a partir de las formas simbólicas de la ley.
Así ese otro, mi semejante, mi doble especular, podrá advenir a la categoría de un otro que no soy yo, de un prójimo, necesario pero diferente a mí.  Para ello debo trascender el territorio del narcisismo, en el que el otro solo es un reflejo de mi yo, ese “íntimo extraño” que me inquieta en mí indivisión, para convertirlo en un extranjero, extraño, con el cual puedo intimar.
Los relatos bíblicos mantienen su eficacia a lo largo de la historia en tanto revelan algo de la estructura.  Les propongo una lectura de Caín y su hermano, relato que expresa en su estructura esa verdad de la primera familia, de la familia de origen y del origen de toda familia.  Relato conmovedor, que podemos releerlo a la luz del drama de intrusión y de celos.
El texto bíblico dice: “Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín” y luego “Volvió a dar a luz y tuvo a Abel, su hermano”.  Caín es el único y Abel su hermano.
Todo se hecha a perder porque a Caín, el primogénito, el labrador que ofrece en ofrenda “de los frutos del suelo”, Dios no le fue propicio, favorable.  Si lo fue para Abel, el pastor y su ofrenda.  Este le había ofrecido los “primogénitos del rebaño y la grasa de los mismos”.  Es esa actitud del Otro divino lo que va a desgarrar a esa pareja de hermanos en el fondo imposible.  ¿Que nos revela esta diferencia en el tratamiento de las ofrendas?  Decimos que se vuelve a reeditar la intrusión del hermano lo que deja sometido a Caín a la invasión de la angustia.
El texto dice: “Caín sintió una gran pesadumbre y se abatió su rostro”.  El abatimiento en el rostro en Caín se emparenta con el empalidecimiento amargo del niño de San Agustín, al encontrarse ambos con el otro especular en posesión del objeto.
Relata a continuación el texto bíblico: “Caín dijo después a su hermano Abel: Vamos afuera.  Y cuando estuvieron en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.
Caín invita a su hermano a ir afuera.  ¿Fuera de donde?  Se trata, diremos, de un afuera de la ley del Padre que los deja en el frente a frente mortífero de la especularidad.
Puesto en presencia del otro se reactualiza ese otro yo que supo agradar al otro.  La lógica se ciñe en un carácter binario: ¿Es él o yo?  Salida para el encierro mortífero a través del rechazo y el exterminio del otro.
Yaveh dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel?  Y él respondió: No sé ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”
Caín plantea una pregunta que debemos tener en cuenta.  ¿Todo humano debe solidarizarse con su prójimo, debe guardar a su hermano?  La solidaridad al hermano vía identificación se constituye en la otra salida posible frente al encierro en el Otro.
Desoír el llamado del prójimo, así como no invocarlo cuando la angustia y el dolor nos invaden, nos deja sumidos en la soledad y el aislamiento angustiante, acechados por el peligro de convocar a un Otro siniestro.
Para concluir diré que, la relación con el hermano abre la posibilidad de la salida al otro.  Sirve de puente de acceso a lo social y nos saca del aislamiento mortífero.  Permite al sujeto situarse como no todo y enlazarse al otro de él que lo constituye.  Posibilita al sujeto constituir como prójimos a quienes encuentra en los distintos momentos de la aventura de su vida.  Nada más atinado a tener en cuenta en estos tiempos de angustia y de discordia social.  Registro a tener en cuenta en los caminos de un análisis, allí donde conducimos a un sujeto en ese tránsito que va de un Otro a otro.  Guardar al hermano, solidarizarnos con sus dolores y alegrías, nos aleja del odio salvaje mortífero posibilitándonos acceder a lo más humano de cada uno de nosotros.


Bibliografía:
·       Assoun, Paul-Laurent, “Lecciones Psicoanalíticas sobre hermanos y hermanas”, Nueva Visión, 1998.
·       Biblia de Jerusalén, Bilbao, 1975.
·       Dambolena, Adrián, “El prójimo”, 2002.
·       Freud, Sigmund: “Proyecto de una Psicología para neurólogos”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1969.
·       Freud, Sigmund: “Tótem y Tabú”. Biblioteca Nueva, Madrid, 1969.
·       Kovadloff, Santiago, “Caín doliente”, en “La re negación”, Convocatoria Clínica Ediciones, Buenos Aires, 2000.
·       Lacan Jacques, “La Familia”, Editorial Argonauta, 1997.
·       Lacan, Jacques, Libro XVII, “El reverso de! Psicoanálisis”, El Seminario, Raidos, 1992.
·       Pagano Leonor, “La envidia”, Actas de las Jornadas “La apuesta del Psicoanálisis”, Convergencia, Tucumán, 2001.
·       Vegh, Isidoro, “El prójimo, enlaces y desenlaces del goce”, Paidós, Buenos Aires, 2001.
·       Zubennan, José, “La angustia y las fobias”, en “La angustia, su razón estructural y sus modalidades clínicas”, Buenos Aires, 2001.





[1] Jacques-Marie Émile Lacan (París, 13 de abril de 1901 — ídem, 9 de septiembre de 1981) fue un médico psiquiatra y psicoanalista francés conocido por los aportes teóricos que hiciera al psicoanálisis basándose en la experiencia analítica y en la lectura de Freud, incorporando a su vez elementos del estructuralismo, de la lingüística estructural, de las matemáticas y de la filosofía.  (Nota de la cátedra)

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